/Por Almudena Clemente.
Directora de Masterbrand.es
Hace poco surgía una reflexión sobre ciertos patrones que parece están tomando fuerza en el mundo del entretenimiento. Y es que cada vez en más series o películas vemos como introducen el factor niños o animales como una forma fácil y efectiva de generar tensión añadida, de acelerar la empatía y asegurar el choque emocional en el espectador. Bajo la premisa de que cada vez somos más comprometidos, solidarios y conscientes del impacto que generamos como individuos en la sociedad, es relativamente fácil extraer los insights a los que dar respuesta, o a los que podemos espolear para hacer click en el corazón de nuestras audiencias.
Sin embargo, esto que desde el mundo del entretenimiento parece que lo tienen tan claro, todavía no ha conseguido traspasar al plano empresarial, a los modelos de negocio, a las formas de ganarse la vida de muchos sectores en nuestro país y aledaños.
“The future of leadership is kindess” reza el título de un artículo reciente. Es cierto que en términos de gestión empresarial ya se oyen muchas voces potentes, como HBR por ejemplo, donde se aboga por la bondad (entendida como la virtud de ser amable, generoso y considerado) como una filosofía con implicaciones en el trato a empleados, clientes, proveedores y resto de stakeholders.
Pero, ¿qué pasa con los modelos de negocio? ¿No deberían ser kind también?
Porque muchas veces vivimos de espaldas a lo que nos incomoda, necesitamos que nos lo pongan en la cara y aun así nos cuesta interiorizarlo, porque al final, de forma más o menos consciente, todos intentamos minimizar los problemas a los que nos enfrentamos cada día.
Sin embargo, si echamos una pensada rápida a muchos de los sectores que nos rodean, nos encontramos con verdaderas barbaridades que hemos normalizado como sociedad, que no siempre son generalizadas, pero que a día de hoy existen:
- Desde las masacres en las granjas cuando un animal contrae una enfermedad peligrosa y hay que matar indiscriminadamente a miles de ellos.
- La video-vigilancia en los mataderos impuesta por ley (a partir de este agosto) o reactiva por parte de las compañías tras años de denuncias de graves irregularidades, evitando grabar imágenes que ni los guionistas más gores serían capaces de imaginar.
- La investigación científica bajo la premisa de la tortura constante.
- El transporte cruel de animales, bien sea por carretera (todos hemos visto esos camiones donde ya no cabe un cerdo más) o el martirio por barco durante semanas o meses.
- La crianza de vacas, gallinas y cerdos sin espacio, sin higiene, sin ningún tipo de cuidado que no vaya directo a ser más rentables. ¿Os imagináis ser una cría y que os separen de vuestra madre en el mismo instante en que nacéis?.
- La gestión por concesiones de perreras públicas donde malviven miles de animales a los que no solo se les hace sufrir a diario, sino que se impide que asociaciones y voluntarios ayuden para que no vean la vergüenza que esconden, y que está a años luz de lo que ponen en su web que hacen.
- Por no hablar del negocio de la caza y las condiciones en las que muchas veces se tiene a los perros de caza, y que vergonzosamente la ley de Bienestar animal no va a regular (parece que animales son solo los que viven en casa y el resto son utensilios de trabajo que ni sienten ni padecen).
Modelos de negocio que cuanto más crueles, más rentables son. Modelos de negocio que no se pueden mirar de cerca ni de forma prolongada porque se nos encogería el alma de pena, de ver el sufrimiento constante que tienen que sentir unos para que otros puedan ganarse la vida.
Y claro, no hablamos de tecnología, ni de finanzas, ni de sectores punteros de la economía. No suelen ser empresas con una gran exposición pública ni grandes titulares en prensa, solo cuando hay un horror tan grande que la punta del iceberg asoma por nuestras pantallas, unos segundos tan solo, y luego ya desaparece para no dejar rastro.
Pero, así como en los paquetes de tabaco nos advierten de los efectos nocivos de su uso, ¿qué pasaría si en cada producto tuviesen que indicar el grado de sufrimiento que ha implicado su producción? ¿Cambiaría la cosa verdad? No nos resultaría tan fácil comprar un paquete de salchichas o una docena de huevos.
Y la solución no pasa por dar carpetazo a estos modelos de negocio, hacernos todos veganos y vivir en una comuna hippy, el planteamiento debería ser cambiar, evolucionar, adaptar estas empresas a una sociedad más sensible y avanzada que nunca, porque si se quiere se puede.
Un ejemplo ilustrativo, Casa Grande de Xanceda nos cuentan como sus vacas pastan libremente a diario, como no separan a las crías a sus madres hasta que ya han crecido o como protegen hasta a los lobos con los que conviven. Una rara avis esperanzadora y quizás no tan rentable como otras, pero con mucho mejor karma y un propósito real.
Y claro, todo esto aquí, en nuestro estado de bienestar occidental, si salimos de nuestra zona de confort y fronteras esta reflexión sería extrapolable al trato de personas en la industria textil o tecnológica donde las grandes compañías escurren el bulto de la responsabilidad a los proveedores locales que sub-contratan, como si no fuera con ellas.
En realidad, si lo pensamos un poco esto no debería ser kindness, solo sentido común, solo esa Golden rule trans-cultural y que encontramos en cualquier religión del mundo de “no le hagas al de enfrente lo que no te gustaría que te hiciesen a ti”. Pero si tenemos que disfrazarlo de amabilidad, buenismo o como queramos llamarle, adelante, digamos que somos buenos porque no hacemos sufrir a nadie para ganar dinero, hagamos de lo que debería ser lo normal algo extraordinario… pero hagámoslo, exijámoslo como consumidores o clientes y demos voz entre todos a un tipo de rentabilidad sin sangre ni lágrimas.
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