A Juan y a Luis les gusta pescar. Los dos viven en el mismo lugar y han decidido dedicarse profesionalmente a ello. Y ambos deciden abrir una tienda de pesca en su pueblo.
Juan, que lleva años pensando en cómo desarrollar unas mejores cañas, con todo tipo de innovaciones, y cosas fantásticas, convierte su producto en la base de su nueva tienda. Juan vende cañas de pescar y todo tipo de complementos que puedas necesitar.
Luis, sin embargo, tiene otro interés, sabe que en su zona la pesca tiene muchos adeptos distintos, y se ha dado cuenta que los que más invierten en pesca son los visitantes de la ciudad que deciden pasar unas vacaciones en el pueblo. Y más que equipos de pesca ultra sofisticados, necesitan alguien que les ayude a iniciar y avanzar en el arte de la pesca. Por eso Luis, decide que a parte del material necesario, centrará su negocio en desarrollar una academia de pesca para todos los niveles.
Juan y Luis, a pesar de vender ambos el mismo tipo de material, van a competir de forma muy distinta. Juan vende cañas, y Luis vende la posibilidad de pescar con éxito.
Este ejemplo, por muy absurdo que nos parezca es de lo más habitual cuando hablamos de emprendimiento. Cuando hablamos de poner en marcha una idea para competir en un mercado.
Gran parte de los programas de emprendimiento, y de innovación, se centran en el desarrollo de un modelo de negocio, un producto o servicio concreto. Básicamente definir un QUÉ con el que salir al mercado. Eso que llamamos habitualmente Mínimo Producto Viable. Lo que Juan entendió como el desarrollo de su supercaña de pescar innovadora.
Siempre acabamos preguntándonos si ese producto que tenemos en la cabeza tiene cabida en el mercado. Si esa caña le va a interesar a alguien. Cuando en realidad lo realmente importante sería entender si el mercado necesita cañas de pescar o academias de pesca. Y en función de eso desarrollar tu modelo de negocio, tu producto o servicio. Construyendo más que un Producto, una Posición en el mercado. Mucho antes ni de plantearte emprender.
Y sobre todo, dar forma a esa posición en forma de Marca que nos ayude a proyectar de forma diferencial y relevante nuestra propuesta ahí fuera. Es decir, construir nuestro CÓMO.
Si tu producto es el QUÉ, tu Marca es el CÓMO.
¿Sentido común? El menos común de los sentidos. No son pocas las veces, que nos enfrentamos a proyectos de emprendedores, startups y microempresas que en su planteamiento inicial no hay nada más allá de ‘mi producto’, de ‘mi idea’, pero poco existe sobre si eso es realmente lo que necesita el mercado, o si entendemos la forma en lo que lo necesita.
Al final, cuando abordas el emprendimiento desde un punto de vista de Marca, y no desde simplemente el desarrollo de producto, abordas una forma de competir, una manera de importarle a alguien, no por lo que vendes, sino por el significado que construyes al hacerlo.
Si trabajamos la Marca desde el primer momento, estamos desarrollando una forma de entender el negocio. Un filtro para tomar mejores decisiones, un camino para no perder el foco, una forma de ser más eficientes con nuestros recursos, una palanca para conectar mejor con las necesidades de nuestras audiencias y sobre todo una herramienta para crear valor y preferencia.
Por eso aunque Juan y Luis vendan cañas, y la idea fuera explotar la oportunidad del interés creciente de la pesca y una de sus pasiones, uno venderá productos que pueden ser comparados con cualquier otros, y el segundo venderá la promesa de pescar. Aunque eso requiera algo más que una caña, y le obligue a desarrollar los servicios necesarios para hacerlo realidad.
Pero está claro que uno tendrá que luchar por salir del ruido, y el otro podrá crear su propio espacio competitivo.
En fin, enséñame a pescar… siempre fue la frase.
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