La vida es un viaje. Un viaje que recorremos entre diferentes estaciones que llamamos etapas vitales.
Etapas que van marcando los límites de nuestras capacidades y nuestra evolución como individuo. Si miras 15 años atrás, probablemente no te reconozcas, o muchas de las cosas que creías escritas en piedra han cambiado.
Con 18 años no ves el mundo como con 40, ni con un hijo, que sin él, ni te importa ese trabajo que te machaca cada día, hasta que lo hace.
Aprendemos a entender qué queremos, qué cuesta eso que queremos y qué esfuerzo tenemos que hacer para poder conseguirlo. Ya sea una casa para independizarte, o la posibilidad de tener una pensión cuando ya no puedas trabajar. A medida que avanzamos en la línea temporal de nuestra vida, cambian las preocupaciones y crecemos en nuestras necesidades.
Y esta deriva biológica tan sencilla, es la misma que sufren las compañías que llamamos Startups, aunque no todas son capaces de darse cuenta de dicho proceso.
La definición de Startup, podríamos resumirla como un joven entusiasta lleno de energía al que le importa bastante poco el pasado mañana. Muy centrado en el aquí y ahora, con toda la energía del mundo.
Son compañías que por definición, y como bien explica OCAI en su modelo de cultura corporativa, están basadas en su capacidad de poner a funcionar en el mínimo tiempo disponible, un modelo de negocio viable a medio plazo. Se trata de pensar y actuar rápido, de improvisar, de dejar volar la imaginación, de probar ideas nuevas, de darlo y perderlo todo, para probar y ganarlo de nuevo.
Modelos que necesitan ‘papás’, llamados fondos, rondas, ‘angels’, que alimentan el sueño adolescente de todo es posible.
Modelos que se configuran, al principio, con un cúmulo de personas de mucho talento, y muy poca experiencia, que aprenden su oficio mientras juegan con él. Modelos que priorizan la venta del producto y el servicio, antes que la construcción de la propia Marca, porque total, al final del día lo que importa ese ese Euro inmediato que nos indica si vamos por el camino correcto o no. Cuando te prestan el dinero sólo piensas en devolverlo.
Y luego llega el día. Llega el día en el que pasaste de 5 amigos, a 200 empleados. En el que sin darte cuenta estás en medio planeta, y sigues intentando tocar todas las teclas, con la misma mano, sin llegar a todo. Y es el momento de hacerse mayor. Y es tarde, es un caos.
Ahí fuera ya no te miran como el nuevo, sino como alguien del que esperan que no les falle, como un nuevo miembro responsable y adulto de la comunidad, en el que poder confiar. No sólo los que se aventuran con cosas nuevas, sino el resto de público que jamás te consideró una opción. Y es ahí cuando necesitas empezar a crecer.
Las Startups, tienen más riesgo de caer por problemas estructurales de organización de su negocio y actividad, gestionando el crecimiento y el cambio cultural necesario, que del propio negocio vinculado a lo que vendemos u ofrecemos.
Además son problemas que aparecen cuando la cosa despega, cuando realmente necesitamos precisión suiza, cuando es necesario tener el foco en el desarrollo del crecimiento.
'Culture eats strategy for breakfast.'
Las Startups necesitan crecer. No solo como negocio y compañía, obvio… sino como Marca. Y eso es algo a lo que se le pone poco foco.
Ya no vale aquella percepción de empresa jovencita, con ganas de comerse el mundo y que quiere cambiar las cosas. Ya han pasado unos años, la gente te conoce y espera algo más de ti. El talento sabe quién eres, y espera que seas una plataforma a la que poder saltar con seguridad.
Si hacemos un repaso de las grandes startups que han derivado en compañías gigantes, no habrá un solo caso de Marca que no haya evolucionado. Y siempre en la misma dirección: Hacerse adulta.
Se abandonan los códigos startuperos.
Se deja en Blanding y se profundiza en la construcción de algo más maduro, serio y sofisticado. Identidades capaces de transmitir esa frescura, pero con la solidez de ser una empresa que puede liderar.
Se adoptan nuevas culturas.
No podemos vivir en la adhocracia eternamente, en la falta de procesos, estructura y bajo la improvisación constante. Llegarán los procesos, la eficiencia y la verticalización de la organización, y eso creará fricciones estructurales, que supondrán un mayor problema para nuestro negocio, que el negocio en sí. Es como cuando eres pequeño y creces… duelen los huesos por dentro.
Se acabarán los amigos.
El puesto vacante ya no será para aquella persona que conozcas que cree que le puede poner la misma pasión que tú. Querrás a alguien que sepa más que tú, y que te ayude a llegar al siguiente nivel. Porque no se puede llegar a otro nivel, sin haber visto otros niveles.
Se crean nuevas formas de gobierno.
Y la Marca ya no es sólo el logito que ponemos en nuestro producto, se convierte en un eje transversal para toda la organización que debe estar soportado por una estructura de Gobierno de Marca. De repente, el Marketing es algo más que ese Excel en el que automatizas la inversión en redes sociales, y la Marca se convierte en un centro de operaciones sin el que poder moverte.
Por lo que, si a pesar de las prisas y el cortoplacismo imperante en el arranque, piensas un poco en lo que te tocará hacer después, cuanto mejor hayas puesto los cimientos, menos se moverá el suelo, y menos tendrás que preocuparte de lo importante en los momentos que más importan.
Nadie nos enseña a crecer, pero todos somos capaces de ver lo que nos espera en unos años. ¿Y tú?
En fin, volvería a los 20 ya.
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