Ni muy verde, ni muy madura, esa es la extraña definición del estado perfecto de una pieza de fruta.
Cuando están muy verdes no han sido capaces de desarrollar todo su sabor, ni todas sus propiedades organolépticas, y si está demasiado madura la experiencia es algo desagradable, ya que ha perdido su forma, textura, sabor y brillo.
El estado de madurez es un breve periodo de tiempo en el que todo parece ser perfecto. Un extraño equilibrio temporal.
Nos pasa con las frutas, con la vida y como no, con las Marcas.
Hace unos años ya, hablamos del Ciclo de Vida de las Marcas, un concepto que no nos gusta en absoluto porque en su propia definición, da por hecho que las Marcas tienen que tener un ciclo y eso es lo peor que le puede pasar a la Marca. (Leer Aquí)
Decíamos hace un tiempo que el Ciclo de Vida de las Marcas viene erróneamente asociado, en su definición, al ciclo de vida del producto. Pero que en realidad el reto de una Marca es alcanzar la madurez y mantener ese momento todo el tiempo que sea posible.
Pasando de hablar de una Gestión Cíclica, a una Gestión Continua de la Marca. De cualquier manera, el reto es entender ese espacio en el que consideramos que una Marca es madura.
Las Marcas pasan por varios estadios antes de considerarse maduras y en cada una de esas fases tenemos que prestar especial atención a lo que sucede, si queremos mantenerla en buena salud:
INFANCIA
Las Marcas cuando nacen son como un bebé, un contenedor vacío que tenemos que llenar de significado con el tiempo.
Es el momento de empezar a construir lo que queremos ser. Ser didácticos para explicarle al mundo Quiénes Somos, Qué hacemos y Por qué vamos a ser importantes para ti.
Es la época de crear reconocimiento, de marcar nuestro posicionamiento, de asentar lo que configura nuestra Identidad.
Es un periodo complicado, porque empezamos a caminar sin saber si vamos a caer o no. Si todo aquello que definimos sobre un papel tiene sentido. Por lo que estaremos en un tiempo de aprendizaje continuo, de probar, cambiar, adaptar y crecer.
ADOLESCENCIA
Esta es la etapa más difícil de una Marca, como para los humanos.
Hemos construido unas bases reconocibles, una Propuesta de Valor que conecta con nuestras audiencias y hemos sido coherentes en el camino.
Pasados unos 4-5 años, empieza un cierto desgaste externo, pero sobre todo interno. Nos empezamos a cansar de lo que tenemos, creemos que los demás siempre lo hacen mejor que nosotros y vamos empezando a probar cosas nuevas con el ánimo de revitalizar nuestra Marca.
Crecemos como empresa, como equipo, con más partners que nos ayudan, y nuestra Marca acaba siendo usada por cien manos distintas, todos intentan darle un toque personal, se cambian cosas aparentemente pequeñas y cuando lo miras todo desde la globalidad, te das cuenta que tienes a un joven con acné que no tiene ni idea de quién es.
ADULTA
Es el momento en el que nos damos cuenta que entre la rigidez y la dispersión, hay un punto intermedio que nos ayuda a mantener lo que somos de forma saludable.
Ese adolescente ahora ha entendido que la vida es más seria de lo que parece. Que la Marca es algo de todos y que todos construyen o destruyen Marca. Por lo que se implementan sistemas, procesos y metodologías de gestión dinámica de Marca, que nos ayude a aprender, ajustar, renovar y avanzar.
En la época adulta somos capaces de hacer introspección y cambiar aquello que no nos ayuda en nuestra vidas.
MADUREZ
La etapa final en la que deberían vivir todas las Marcas que quieran ser grandes Marcas.
Es como mirar atrás y quedarte con lo mejor de cada una de las etapas. La ilusión de la Infancia, la frescura y agilidad de cambio de la Adolescencia, y la seriedad introspectiva de nuestra parte Adulta.
Si sumamos todo eso, tenemos una Marca que sabiendo lo que es y hacia donde quiere ir, se adapta y se mueve para no quedarse atrás, tiene más años de los que aparenta, ilusiona a los de dentro y los de fuera, y aunque parece sana es consciente de que tiene que cuidarse y va a revisiones de forma periódica.
Eso es la madurez de una Marca. La ilusión de un niño, con la energía de un adolescente, canalizada con la responsabilidad de un adulto.
En fin, que bonito es crecer.
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