Cuando el diseño no resuelve un problema, lo llamamos Arte.
El Arte, nos ha ayudado a expresarnos desde que fuimos capaces de sostener un palo con cenizas. Nos ha ayudado a dibujar nuestro mundo, a plasmar nuestros pensamientos o simplemente a admirar nuestra grandeza como especie.
Lo colgamos en nuestras casas, lo compartimos, pagamos para verlo, e incluso construimos edificios enteros que lo contienen y lo protegen.
Una pieza de Arte puede ser efímera, permanente, abstracta o concreta, pero sea como sea nace para perpetuar una idea en el tiempo, o una sensación inmutable en nuestras mentes.
En este contexto, de una creación inmutable, es en el que ha vivido el concepto Marca durante muchos años.
La Marca es aquello que te representa, que nos ayuda a explicar al mundo quienes somos, y debemos ser consistentes y coherentes en todo lo que hacemos.
Llevamos muchos años escuchando que el secreto para construir Marcas poderosas es ser pacientes y mantener una dirección consistente en todo lo que hacemos, incluso en la forma en la que nos expresamos. Pero eso, no es del todo correcto.
Una Marca que no es capaz de adaptarse en tiempo real a su contexto, no es una Marca, es Arte.
Hoy, en un mundo hipercompetitivo y dinámico, en el que el factor de supervivencia no es tu capacidad de cambiar, sino la velocidad del cambio, pensar en Marca en esos términos es pensar en ella como objeto decorativo.
Las Marcas deben ser capaces de resolver problemas.
Y para ello, tienen que evolucionar, mutar, cambiar, transformarse, tantas veces como sea necesario para seguir cumpliendo su función principal: generar valor y preferencia.
Esto significa que una Marca que funciona es aquella abierta a incorporar nuevos códigos nunca usados, a dejar de utilizar aquellos que ya no sirven aunque sean muy reconocibles, a no tener miedo a decir hoy algo distinto de ayer, o a pensar que quizás mañana lo que estamos haciendo va a cambiar.
Hoy las Marcas no se enfrentan a ser Consistentes, se enfrentan a ser Relevantes.
Vivimos en un mundo que no va a esperar el tiempo que necesitas para ser alguien si no les importas. No va a esperar a que te conozcan, si no les impactas. No va a esperar a que seamos Marca, si no somos Venta.
Las Marcas tienen que encontrar el equilibrio entre construir su propia personalidad y adaptarse al contexto siendo relevantes y diferenciales, y eso pasa muchas veces por romper tus propias reglas.
Si una Marca no convierte en ventas, da igual que tengas sistema visual o verbal más reconocible del planeta, que tu Marca no funciona.
Por ello no deberías tener un Manual de Marca cerrado, sino un ToolKit 1.0 siempre abierto a mutar. Por ejemplo.
De cualquier forma, no nos volvamos locos, no incendiemos los Manuales ni proclamemos la República Independiente del Branding… es cuestión de entender que una Marca debe cumplir una función, y que más allá de ser reconocible y única, debe ser Marca, y eso pasa por Funcionar.
Y las Marcas que funcionan son aquellas que ayudan al negocio. Sea como sea.
Toca adaptarse a nuevos tiempos, a nuevas formas de gestionar la Marca y a valorar nuevos contextos de actuación.
En fin, Arte parece, Marca no es.
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