Podrás comprar lo que hago, pero jamás podrás comprar mis motivaciones.
Hoy vivimos en un mundo tremendamente competitivo en el que los productos y servicios, en el que los modelos de negocio y fabricación, rozan la indiferencia. La forma que tenemos de contar las cosas, los sitios en los que estamos todos, el dinero que invertimos… indiferenciados.
En un mundo tan competitivo, lo que te hace diferente es lo que eres, no lo que tienes.
Si pensamos un poco lo que nos hace especiales, a cada uno de nosotros, seguramente no será la escuela de negocios en la que estudiaste (yo jamás pisé una, más que para dar clase), o ni tan siquiera la ropa que llevas, seguramente lo que te hace diferente es algo que no se puede enseñar, algo que quizás no pueda aprenderse en ningún lugar.
Fruto de tus vivencias, aprendizajes, creencias y experiencias vitales, tienes unas motivaciones diferentes al resto y una forma de afrontar una misma situación completamente distinta. Tu Cultura, te define.
Y cuando hablamos de Cultura, no hablamos de lo mucho que sabes localizar la capital de Noruega en el mapa… no. Cuando hablamos de Cultura hablamos de la capacidad de ser tú mismo.
Esto que parece una tontería máxima, y aquí soltamos muchas, cuando lo llevamos al universo de la Marca y la Empresa, toma cierta importancia.
Las compañías destinan cientos de millones de euros buscando y construyendo su competitividad, muchas de las ocasiones de forma externa. Mejorando el producto, invirtiendo más en el canal, aumentando la presión en medios, trabajando la oferta, mejorando sus máquinas, comprando otras empresas…
Y muchas se olvidan de aquello que tienen y que los demás no: sus empleados. Los empleados son el arma competitiva más poderosa de una compañía.
Pero con matices. Tus empleados te harán competitivos si tienen una dirección en la que moverse y un marco sobre el que actuar.
Es decir, tus empleados son los responsables de que tu Marca haga las cosas por una determinada razón, las haga de una determinada manera, y las sienta de forma completamente única.
Tus empleados son los que crean tu Cultura, y tu Cultura te define.
Es muy sencillo, y complejo a la vez. Las compañías a veces se olvidan que para ser competitivos tenemos que conectar de forma distinta con nuestras audiencias y eso requiere significar algo diferente para ellos.
Significar algo, habitualmente, pasa por definir un rol en sus vidas. Y para tener un rol, inevitablemente tenemos que definir nuestro propósito con ellos. Y eso sin duda, te lleva a que para alcanzar ese propósito, para ser visto como quiero que me vean, tengo que convertirme en ello. Ser para Estar.
Y eso significa establecer una forma de trabajar concreta, unas creencias determinadas, unos comportamientos definidos.
Eso significa, crear una Cultura que puedan vivir los empleados para llevarme al lugar en el que quiero estar. Por lo que la Cultura es lo que te hará competitivo.
Tu Producto determina Qué tienes, mientras que tu Cultura define Quién eres.
Y hoy ser alguien diferente a los demás, alguien que se preocupa más por mí, alguien que me cuida de verdad, alguien que me acompaña, alguien que me ayuda a conseguir mis retos o alguien que simplemente quiere hacerme feliz… importa de verdad.
Tener empleados en una compañía sin una Cultura definida, es como tener un montón de soldados en el frente sin Capitán.
Tu Marca importa lo que importe tu Cultura, porque las Marcas se construyen desde dentro hacía fuera. Ya que si un empleado no es capaz de vivirla, no esperes que nadie más la entienda.
En fin, pon algo de Cultura en tu vida.
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