¿Serías capaz de salir a cenar y entrar en varios restaurantes a probar sus platos y decirles que sólo pagarás aquel que más te guste? ¿Podrías pedirle a varios sastres que te hicieran varios trajes a medida y sólo pagar el del sastre que más te guste? ¿Serías capaz? ¿Lo intentas? ¿Por favor?
¿No? ¿Y entonces, por qué lo haces?
Hace tiempo que he llegado a una conclusión, lo he expresado en Branzai de varias formas, y es que no se respeta esta profesión.
A parte de que en España se toma más en serio la recomendación de un frutero sobre la madurez de un melón, que una recomendación sobre un posicionamiento, o una identidad visual, en España algunos creen que nuestro trabajo no vale nada.
Dicen que las cosas valen lo que la gente quiera pagar por ellas, y que si nadie quiere pagar por ello es que lo que tienes no vale. ¿Es ese nuestro caso? ¿Es nuestra disciplina una profesión sin valor?
Existe un cáncer extendido en muchos clientes llamado Concursos NO Remunerados. Son convocatorias de compañías a participar en una competición para adjudicar un proyecto entre varias consultoras. (y sólo vamos a hablar de branding).
Es cierto que hay varios tipos de concurso:
- Credenciales: donde los participantes se miden en base a unas credenciales de trabajos realizados, equipos, propuestas de trabajo, metodologías y presupuestos.
- Pre-Proyectos: donde los participantes tienen que desarrollar parte del proyecto como muestra de su capacidad.
Es en este segundo punto donde tenemos un gran problema de concepto. No estamos hablando de entrar en un restaurante y pedirle que nos deje probar el plato de pasta para ver si lo pedimos completo para cenar. No! Sino que hablamos de entrar en todos los restaurantes de la zona a pedir probar un plato de pasta, de cada restaurante, para decidir donde cenamos. Pero, tranquilos, ya habremos cenado.
Entiendo los recortes, entiendo la falta de confianza a la hora de adjudicar un proyecto importante a alguien que no conoces, pero existen otros sistemas.
Primero, existen los concursos remunerados, en los que se paga las fases del proyecto realizadas a todos los participantes. A pesar que queda mucho por discutir sobre si es justo o no, por un precio reducido tienes todo el thinking y talento de las mejores consultoras a tu disposición.
Segundo, existe lo que se llama confianza. Iniciar un proyecto con una consultora/agencia no implica tirarse al vacío, existen fórmulas en las que se evalúa el trabajo a medida que avanza el proyecto y en base a objetivos y criterios establecidos, se continúa o no. Es como el periodo de garantía que tiene hasta la tostadora de 10€ que compraste en el súper. Nada es hasta la muerte.
El creer que podemos banalizar el trabajo de profesionales que ponen todos sus años de experiencia al servicio del cliente, como si fuera un mercadillo, es una falta de respeto y tiene un impacto importante en el funcionamiento de nuestras empresas. Gentes, recursos, tiempos, salarios, esfuerzos que no se remuneran.
Es importante que en algún momento los clientes entiendan que no nos pagan por lo que hacemos, nos pagan por lo que sabemos y eso tiene un precio, y eso se merece un respeto. Y es curioso que no son pocas las compañías grandes, enormes, de este país pretenden hacernos competir en profundidad por cero euros. Que es en lo que valoran lo que podemos aportar. Cero euros.
Eso sí, la culpa no es del cliente, es de las consultoras y agencias que se prestan a este juego. Y se prestan por miedo, miedo a perder la relación, la oportunidad, a que llegue alguien y lo haga, porque en un país de picaresca todos juegan un peligroso juego.
Un círculo vicioso en el que unos entran por miedo a que otros entren y otros lo alimentan sabiendo que van a entrar.
Un círculo en el que nadie gana, porque poco a poco nuestra profesión, nuestras empresas, nuestra economía, lo paga. Y también lo pagas tú.
En fin, respeto y buena letra.
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