Imposible, inviable, así no, no puede ser, ni pensarlo, jamás, es muy difícil, no hay forma, ni me lo planteo, esto es así, no va a cambiar, queda muy lejos. Palabras que jamás pronunciaron los hombres y mujeres que cambiaron y cambiarán la historia de nuestra humanidad.
Pero palabras que nos cansamos de escuchar en nuestro día a día cuando retas a alguien a ser mejor. La negativa, el no, es el mayor freno para el avance cualquier persona, empresa o sociedad, es el abismo que separa los que quieren de los que pueden, el puente roto entre una posibilidad y un hecho. Una sola palabra de dos letras que es capaz de cambiar una vida, un mundo, un futuro: NO.
Siempre se ha dicho que el mundo es para los valientes, pero realmente el mundo es para los que creen en lo que quieren. Y eso es tan válido para cada uno de nosotros, como para las marcas con las que trabajamos.
El NO es quizás uno de los mayores frenos de una marca y sus gestores, es quizás una de las mayores limitaciones de una compañía.
Hasta ahora siempre se ha hablado de la necesidad de poder construir marcas competitivas capaces de generar valor y preferencia en sus audiencias de forma diferencial, para impactar positivamente en su negocio. Siempre hemos hablado de la necesidad de tener marcas a la altura de sus negocios, capaces de capitalizar el valor y transformarlo en algo que conecte con las necesidades, motivaciones y deseos de nuestros consumidores.
Pero pocas veces se ha hablado de poner el negocio a la altura de la marca. Sí, el negocio a la altura de su marca.
No son pocas las ocasiones en las que nos encontramos que la marca tiene un gran potencial de desarrollo en un mercado, capaz de transformarlo, de revolucionarlo, de construir nuevas percepciones y significados que ofrecen nuevas ventajas competitivas que le permiten liderarlo, pero en ocasiones, en muchas ocasiones, la compañía no está preparada para abordarlo porque su negocio no está a la altura.
Es lo peor que le puede pasar a una marca, tener la posibilidad de liderar y transformar, y que la compañía no sea capaz de acompañarla en el proceso. Que no sea capaz de reinventar su negocio, de emprender el cambio y de abordar las oportunidades.
Pocas compañías pueden pretender liderar un mercado a través de su marca sin hacer algo más que lo que hace el resto, sin hacer algo diferente de lo que hacen los demás. Porque sino la marca sólo puede funcionar en un plano plástico, es decir en la transformación de los significados pero no de la capacidad de respuesta, ni en el núcleo de la propuesta de valor.
Y esto pasa por el simple ejercicio de evitar el NO. Evitar el inmovilismo y el miedo al cambio. De retar a los sistemas, a los procesos, a cómo venimos haciendo las cosas para mirar hacia fuera y ver que quizás, en otras categorías, en otros mercados, ya hay alguien haciendo algo parecido a lo que planteas hacer, y como verás no es imposible, es simple cuestión de voluntad.
No pidamos a las marcas que transformen nuestra realidad, si nosotros no estamos dispuestos a transformar la nuestra.
A la marca no se le puede pedir todo, de hecho no se le puede pedir nada que su negocio, su producto o su servicio no sea capaz de dar. Porque la marca es el reflejo de lo que hacemos, transformándolo de forma competitiva.
Una gran marca no es solo aquella que está a la altura de su negocio, sino la que tiene un negocio a la altura de su marca. No puedes tener una gran marca, si no tienes un gran negocio.
En fin, el NO no es una respuesta.
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