Un tsunami es la culminación de la suma de un conjunto de fuerzas que son capaces de crecer en su avance, y acabar destruyendo cuanto se interponga en su camino. Una fuerza devastadora de la naturaleza.
Un fenómeno que puede iniciarse con una pequeña fluctuación en la masa terrestre que arrastra toneladas de agua, creando una onda expansiva que aumenta de velocidad y volumen en su trayectoria.
Una energía cinética que nadie puede parar. De hecho, lo máximo que podemos hacer es prever estos fenómenos y dar la alarma antes de que su fuerza llegue a causar algún desastre. Sólo podemos, con anticipación, controlar su impacto.
Algo parecido sucede cuando cualquier compañía, grande o pequeña, decide cambiar eso que parece pequeño, llamado Marca.
Un pequeño movimiento que se expande en su trayectoria y es capaz de sepultar una compañía ante la inmensidad del cambio.
De hecho, el mayor trabajo de un cambio de marca, un rebranding, sobreviene en el momento de enfrentarnos a él de forma interna. Cuando nos preguntamos qué implicaciones tiene esto para nuestra empresa y qué procesos, materiales y dinámicas tenemos que cambiar.
En estos procesos, igual que en la detección de un Tsunami, es vital ser capaces de planificar, dimensionar y gestionar el cambio antes de iniciar cualquier movimiento. Es decir, antes de pensar en emprender un proyecto de marca, será muy útil poder hacernos una idea de lo que supone eso para la compañía, si estamos preparados para abordarlo en un tiempo razonable, y si somos capaces de asignar los recursos suficientes.
Esto evitará que nos trague la ola si nos hemos aventurado a ciegas hacia el tsunami.
Los equipos gestores de marca son por definición los primeros en los que impacta esta onda expansiva, y deben ser conscientes de lo que tienen que abordar ante un proceso de este tipo. Intentar racionalizar el proceso, priorizar el cambio y planificar los pasos con el apoyo de diferentes departamentos de la compañía, es clave para el éxito del proceso.
Si no, lo que nos encontramos son marcas que entierran a sus equipos gestores en un problema de dimensiones bíblicas y acaban en marcas que no consiguen implementarse o activarse de forma correcta, convirtiendo un proceso mágico en un trauma para la compañía.
Por lo que entender que implicaciones tiene este cambio para toda la empresa y todo lo que hacemos, entender cuántas de esas cosas son vitales para ayudarnos en el cambio, cuántas de esas cosas pueden esperar y cuántas de esas cosas las podremos abordar en otro siglo, ayuda a dimensionar y asignar recursos al cambio.
Ver la ola, no siempre te permite huir de ella, pero como mínimo sabrás dónde debes agarrarte.
En fin, planifica y vencerás.
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