La Capilla Sixtina, un amanecer, un beso, el mar, Keops, el Gran Cañón, Hamlet, la luna, un jaguard, una flor, las estrellas, la joven de la perla, el Parthenon. Todos diferentes, todos iguales.
Si hay algo que ha acompañado al ser humano desde su nacimiento, es la búsqueda de la belleza en lo que le rodea. La armonía, el sentido, la simetría, la gracia, lo bello.
Es algo que no podemos explicar, pero que está ahí, que forma parte de nuestro mundo y nuestra historia y que condiciona lo que hacemos y lo que pensamos. Belleza que declaró guerras, conquistó corazones, enmudeció al mundo o lo llenó de ternura. Belleza que enamoró lecturas, desveló secretos y nos hizo mirar al cielo. Algo que está por encima de nuestra razón pero que sabemos identificarla en cuanto la vemos.
La belleza, es un factor transversal en nuestro mundo, que no entiende de sexo, ni religiones, de edades o posición. Algo que todos somos capaces de reconocer, admirar y valorar.
No todo ser humano es capaz de entender algo complejo, pero todo ser humano es capaz de valorar algo bello.
Y este es uno de los factores que puede ser determinante a la hora de construir una marca. Hemos hablado en Branzai de la importancia del Diseño en los procesos de Creación de Marcas, pero hoy queremos centrarnos en el valor más puro del mismo.
En los procesos de construcción de marcas, intentamos por todos los medios, dotar a las marcas de un contenido estratégico que nos ayude a proyectar un significado capaz de generar valor y preferencia en nuestras audiencias. Un significado capaz de vivirse en todos los puntos de contacto para construir la marca adecuada. Una serie de percepciones que intentamos transmitir a través de lo que vemos, decimos y hacemos. Una serie de contenidos que el diseño ayuda a expresar.
Esta función del diseño en branding, es vital para la correcta construcción de una Marca. Ayudar a expresar a través de formas, colores, tipografías, símbolos, sistemas, estilos fotográficos, ilustrativos, pictográficos e iconos, nuestra propuesta de valor y personalidad.
Pero, a veces en este proceso tan delicado y tan racional, se pierde la perspectiva de lo que necesitamos. Nos quedamos en el plano del Funciona/No Funciona, y nos solemos olvidar del Me Gusta/No me gusta.
Es cierto que desde Branzai apostamos por dejar el Me Gusta/NO me gusta, en un segundo plano, siempre. Ya que el branding consiste en hacer cosas que funcionen e impacten positivamente en el negocio de una compañía.
PERO, pero, es cierto que si en ese proceso, somos capaces de buscar la Belleza de lo que hacemos, será infinitamente más sencillo conectar con nuestras audiencias y clientes. No todos sabrían decirnos qué transmite la identidad visual de una marca, pero si decirnos si les parece bella o no.
El ser humano está programado para valorar la belleza, por lo que aquellas identidades y marcas que hayan sabido incorporar este factor en su interior, son marcas más preparadas a ser descubiertas por sus audiencias.
La belleza de una marca, facilita la toma de contacto con quien la rodea. Más allá de lo que signifique la marca, más allá de lo que nos proponga y de su posterior capacidad de respuesta.
Toda marca, necesita la oportunidad de expresarse e interactuar, reducir la barrera de entrada para el primer contacto es una gran ayuda.
Es cierto que lo bello, no es siempre lo que mejor funciona, pero desde luego lo que mejor funciona si es bello, funciona mejor.
Quien crea que el diseño, es una mera herramienta para transformar la marca y su significado en luces y colores, es aquel que no entiende la importancia de esta disciplina para conectar con quien les rodea y para construir ventajas competitivas.
En fin, la belleza puede estar en el interior, pero tiene que poder verse.
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