En un mercado hipercompetitivo, en el que la diferenciación es cada vez más escasa, en el que las propuestas de valor se solapan y en el que el consumidor pierde el interés. ¿Qué nos puede hacer diferentes?
Una gran pregunta, una pregunta cuya respuesta ha estado ahí desde el origen del comercio, desde que las personas forman parte de esto.
El empleado. El empleado es hoy, y lo ha sido siempre, uno de los factores que pueden ayudar a mejorar la competitividad de una compañía, la reputación de una marca o el valor de un producto.
Hemos obviado el factor humando durante décadas, mientras ha sido parte fundamental en la historia del comercio desde tiempos remotos. En la era industrial, se empezó a hablar de la optimización de procesos, la mejora de la calidad continua, las cadenas de valor.. y curiosamente el empleado sólo formaba parte como engranaje que hacia posible esos procesos, pero no era el centro de los mismos.
Si preguntamos a la mayoría de las compañías españolas que nos definan cuál es su cadena de valor, encontraremos escasas respuesta que incluyan al empleado en ella. Nos hablaran de procesos, de materias, de productos… pero no encontraremos el factor humano.
De hecho, en el último estudio europeo de Bruselas, se sitúa a España en la cola (como no) del país que menos se preocupa por sus trabajadores. Sólo el 29% de las empresas españolas, cuida activamente de sus empleados. Es decir, el 71% de las empresas no lo hace.
Esto, extrapolado a Europa, hace que las empresas pierdan al año más de 13.000 millones de euros por malestar laboral (depresiones, estrés, baja productividad, etc).
Pero al margen de los datos macro, las empresas deben entender que su marca la conforman cada uno de los empleados que trabajan en ella. Y está en sus manos hacer de esto una ventaja competitiva o no.
Ser capaces de activar la marca de forma correcta en el empleado, convertirlo en un embajador de marca, que pueda vivir la experiencia en primera persona, y que se sienta orgulloso de hacer lo que hace, es ser capaces de generar una ventaja competitiva.
Un empleado orgullo, es un empleado productivo, proactivo, colaborador, solucionador, embajador, un empleado orgulloso es parte de la cadena de valor de cualquier compañía.
Por lo tanto, la gestión de los recursos humanos, ya sea a través de sus condiciones laborales o a través del sentimiento de pertenencia, es fundamental para gestionar y activar una marca de forma adecuada.
Desde Branzai nos gustaría empezar a ver en las valoraciones de marca cómo se incluye el sentimiento de pertenencia e implicación del empleado en la marca, ya que constituye, sin duda alguna, un factor de valor para la misma.
Quien no lo entienda así se estará enfrentando a perder la batalla con el resto de marcas.
En fin, quien tiene un empleado tiene un tesoro.