Domingo, primer día del último mes del año, llega la Navidad y estoy paseando por uno de los centros comerciales más concurridos de Madrid. Visuales atractivos, escaparates espectaculares, música, color, pero… nada me atrae, todo me parece igual, busco algo que me emocione, busco una experiencia memorable.
El consumidor ya no es el mismo, es más sabio, mas informado y busca algo distinto, como sentenció el genial publicista Kevin Rogers, “lo que mueve a los seres humanos es la emoción no la razón”.
El consumidor olvidará lo que dijiste, lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo le hiciste sentir. Gracias al marketing experiencial y emocional, empezamos a comprender y reconocer el impacto de las emociones en la experiencia del cliente antes, durante y después de la toma de decisiones de compra.
Max Lederman, fue de los primeros expertos en marketing de guerrilla que empezó a hablar de la evolución hacia un marketing más cercano, donde la marca se acercaba e interactuaba con el consumidor. Hoy es una realidad, nos invade el término “experiencia” o “experience” en su traducción anglosajona.
A mí me gusta definirlo de una manera sencilla:
“es la capacidad que tiene la marca de conectar con el consumidor, de conseguir experiencias únicas, autenticas y memorables”.
¿Cómo conseguirlo? Con creatividad e innovación, convirtiendo el acto de compra en un momento de confort y placer sensorial a través de olores, colores, sonidos. La clave está en convertir lo ideal en real.
Claro ejemplo es el sector cosmético, inundado de visuales ideales, pero, ¿y lo real? Firmas como Bourjois lo consiguen con eventos de Make up Experience en los que las clientas pueden probar y experimentar las texturas de los productos en su piel, comprobando que lo ideal se convierte en real. Así lo experimentó la actriz Ana Fernández en el evento de celebración del 150 aniversario de la firma.
Pero no sólo nos quedamos ahí, Bourjois va más allá. Se pueden interactuar con las consumidoras de muchas maneras, ¿Por qué no jugamos? Imaginemos una maison con ventanas, cada una encierra una sorpresa, un regalo para nosotras. Estos momentos no se nos olvidan, son únicos, son experiencias.
Así no sólo se logra un mayor consumo, sino también un mayor índice de regreso a la tienda (repetición de compra), lealtad y vinculación con la marca.
Nuestra marca al final se convertirá en una lovemark, una marca amada, irresistible. Y los ingredientes, combinados, son 3: misterio, sensualidad e intimidad. Con ellos, los consumidores acabarán por sucumbir a su marca, y lo harán porque sí, porque la emoción se ha impuesto a la racionalidad.
El marketing experiencial es imaginación y la imaginación es ilimitada, así que dejemos volar nuestra imaginación.
“Mejor vivirlo a que te lo cuenten”
Trade and Training Manager en Bourjois Spain. Formadora en Marketing Experiencial.
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